El problema de Elvira o la crítica iletrada

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En la pálida luz del ocaso de las humanidades, llamó mi atención un artículo publicado hace unos días en el blog Antinomias Libro, llamado «Críticas frívolas». Es un breve artículo sobre una joven autora, Elvira Sastre. Una de las cosas que más entusiasmo intelectual me provocan es la crítica de la crítica, por eso me detengoa hablar del asunto. En esta ocasión, el autor del blog hace la apología –justa para algunos– de una autora de fama reciente pero, sobre todo, se trata de una crítica a la crítica iletrada. Llamaré crítica iletrada, para ponernos de acuerdo, a esa crítica que se hace sin haber leído el libro. Aclaro, además, que este texto no tiene nada que ver con Elvira Sastre, a quien no conozco y no he leído.

Dicho esto, declro que yo no estoy del todo de acuerdo con el autor del blog aunque, lo sé de antemano, no tengo razón.

Mi primera afirmación irracional es que yo acepto la crítica iletrada como forma de conocimiento y, aun más, como forma de relacionarnos con el mundo. Incluso, pienso que se trata de un defecto retórico de origen, de eso que –partiendo de un ejemplo filosófico clásico– nos lleva a pensar que mañana saldrá el sol sólo porque salió hoy y ayer.  

Yo asumo que la epistemología se debate entre la forma en que el conocimiento funciona y la forma en que debería funcionar. Una cosa siempre se apareja con la otra. Mi descripción de cómo conozco el mundo se convierte, con mucha facilidad, en la forma en que otros deben hacerlo.

Ahora entro al asunto. El problema con Elvira, según el autor del blog, es que mucha gente ha juzgado su libro sin leerlo. Vieja queja que nos lleva siempre al adagio aquél de que no puedes juzgar un libro por su portada o a una persona por su apariencia. Las razones para denostar esta forma facilona de opinar son firmes y racionales. Sobre todo, aquella que afirma que no porque se trate de una autora nueva, de “follow”, es por ende pésima (“follow”= concepto nuevo para mí; es decir, me entero que el mérito de un autor de “follow” no se mide por el valor de su obra sino por el número de sus seguidores en las redes sociales; peor aún, yo, como editor, he publicado al menos un libro de autor “follow”…; todos los días aprendemos algo nuevo sobre nosotros mismos; aquí las quejas sobre el premio). Decía: los detractores de Elvira la desprecian por novata, por “follow”, por ser depositaria de un cuestionado premio literario (el Biblioteca Breve de Seix Barral, ver aquí una interesantísima historia sobre el mismo), y por ser poeta que tuvo que renunciar a su género para entrar en el mainstream, es decir, escribir una novela.

Antes de seguir adelante, va una nota sobre las obras premiadas: si se sabe que algún premio, como el Planeta por poner un ejemplo, está rodeado de acuerdos cupulares, sobornos y cualquier cantidad de tropelías, ¿uno no tiene derecho de realizar una crítica iletrada y despreciar, al menos ideológicamente, por lo que representa, al ganador de ese premio aun antes de leer su obra?, ¿y no produce esto que la obra tenga que ser necesariamente extraordinaria, extrahumana casi (en vez de una obra simplemente muy buena), para contrarrestar esta crítica iletrada cuando ésta se vuelve letrada?, ¿y esto no conlleva, necesariamente, que estas obras nunca convencen a los suspicaces, aunque se dé el caso de que sean muy buenas? ¿No es éste un fenómeno interesantísimo?

El proceso del juicio iletrado ocurre siempre, aunque nuestro decoro iluminista trate de ocultarlo y diga: “habrá que leer antes de emitir un juicio”. Claro que no. El juicio ya salió disparado y nunca volverá a su estado original. No podemos desestimar todos esos signos culturales que se nos echan encima antes de leer la obra, e ignorarlos sólo porque no la hemos leído.

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Digamos que la defensa del autor del blog es simple y transparente como agua de manantial: primero lean el libro y luego opinen. Y yo digo: no. No sólo se trata de eso. No está mal criticar la portada sin leer el libro: ya se ha demostrado que portadas y creencias personales son también un texto. No es equivocado analizar las circunstancias que rodean la publicación de un libro: éstas van a seguir ahí aún después del libro y no van a ser más o menos inocentes si resulta que el libro es bueno o malo. Además, el inmanentismo ya probó sus limitaciones como base de la crítica literaria.

Dicho esto, defiendo a los detractores de Elvira porque aspiro a que algún día podamos aceptar que nuestra forma de acercarnos a los fenómenos del mundo y del arte es siempre parcial, incompleta y desinformada. Hablamos desde una irracionalidad más o menos controlada, más o menos domesticada aunque pretendamos que parezca lo contrario. Por eso pienso que sería interesante pensar que hablar de un libro sin haberlo leído o de una película sin haberla visto sí son actos que producen conocimiento, queramos o no.

Pasó con la película Roma. Muchos la vieron, pero muchos no, y con todo tenían suficiente información como para hablar del asunto y emitir un juicio. Y más: muchas veces ese juicio desinformado sólo estaba esperando enfrentarse con el objeto real (la película Roma) para actualizarse, para comprobarse. “Te dije que no me iba a gustar” parece una frase chocante e idiota pero también es síntoma de un proceso de conocimiento no sólo usual sino, diría yo, estructurante de nuestra realidad. Yo no creo que se nos derrumbe el edificio del Minerva si primero juzgamos y luego vemos efectivamente lo que juzgamos. Yo creo que, a lo más, nos define como seres profundamente inexactos y pronfundamente injustos. No me encanta que las cosas sean así, pero a veces necesitamos un poco de honestidad intelectual.

No estoy a favor del juicio desinformado, que quede claro. Siempre es preferible leer el libro. Pero eso no quiere decir que no pueda hacerse lo contrario. Vaya que se puede. Vaya que se hace. Todo el tiempo. Y si se hace, todo el tiempo, ¿por qué no, al menos, aceptamos que ese proceso de ignorancia juiciosa es parte de nuestras preconcepciones del mundo y dejamos de pelearnos con ella? Sobre todo, porque debe tener un funcionamiento y una razón de ser. Quizá si aceptamos que la crítica iletrada es una estructura de nuestro pensamiento (común a todos, a los listos y a los tontos, a los ricos y a los pobres y a los clasemedia) podamos pasar un día al análisis de esta peculiaridad de nuestro conocimiento y seamos capaces de conocernos mejor.

Por otra parte, lo único que provocan los detractores de Elvira con sus juicios iletrados es fomentar mis ganas de leerla. Así que vámonos respetando. Los pre-juicios críticos son válidos en tanto son puntos de partida emocionales y culturalmente complejos, además operan, producen sentido. Por otra parte, la crítica iletrada debe ser capaz de leer a sabiendas de que es representación de estos traumas epistemológicos y podría cumplir, creo yo, con una función: maravillarnos cuando las cosas no son la porquería que esperábamos. Sí, todo esta mal con Elvira y su libro. Pero y ¿qué tal si no?

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